January 1, 2012

Wien, für alle

Nuestra lucha es por un techo digno, y el mal gobierno destruye nuestra casa y nuestra historia.
Nuestra lucha es por el saber, y el mal gobierno reparte ignorancia y desprecio.
Nuestra lucha es por la tierra, y el mal gobierno ofrece cementerios.
Cuarta Declaración de la Selva Lacandona, 1º de enero de 1996

Escribo el primero de enero del 2012 y es inevitable pensar en lo ocurrido hace dieciocho años. Es inevitable porque si en algo he pensado a lo largo de los últimos doce meses es en la dignidad de quienes se resisten; en la valentía de quienes son tan grandes como los enemigos que eligen.

...

Estuve en Viena hace cerca de dos meses. Escribo esto con días de tardanza. No importa. Importa el recuerdo y la necesidad de volverlo palabra. Importa lo que vi, aprendí, sentí, pienso.
Llegué con la condición de quedarme por una semana. Angelika dijo que si no veía su ciudad lo suficiente, ni siquiera pensase en visitarla, tenía razón: una a veces debe quedarse más de la cuenta, abandonar la universidad con ánimos de descubrimiento, olvidar los deberes, tomar el tren, reencontrarse con quien fuera una hermana. Le llamé una vez estando allá, pregunté por su dirección, dijo primero "Ottakring" con acento alemán, no entendí, le pedí que repitiera, dijo "Otacring" con acento inglés y tampoco entendí, le volví a pedir que lo repitiera, dijo finalmente "Otacrín" como convirtiendo un vocablo alemán al español y todo me quedó claro. Nos encontramos en la estación de metro más cercana a casa, sonreímos, nos abrazamos.

"Do not wait"
Sobre el escritorio hay libros, fotos, bolígrafos, cuadernos y una nota. No supo cómo dejar de pensar en las conversaciones que tuvieron, en sus piernas rodeando sus caderas, ni en el libro que le envió, ni en sus credenciales académicas, que si licenciado y maestro en Oxford, tampoco sabía cómo olvidar que nunca contestó el correo electrónico que le escribió. Palabras bellas, palabras sin respuesta. Entonces platicamos sobre el amor, sobre las esperas que valen la pena.
Decidimos hacer el camino bajo nuestros pasos. Schloss und Schönbrunn, el jardín, las esculturas inmensas. La constante necesidad de mostrar poder por medio de lo magnífico. Tamaños estratosféricos sobre un país diminuto, como si andáramos por un laberinto de nunca acabar: en esta Viena imperial, en la Viena del turista, es inevitable sentirse perdido, acorralado, pequeño, plebeyo. Le dije. Ella, siempre tan serena, respondió que si hay un amor que vale la pena es aquel que se le tiene al espacio y a los otros, quienes a pesar de no parecerlo, siempre seremos más grandes que cualquier edificio. Hay también sólo una espera que importa, la que termina.

Audimax
Entonces, en octubre del 2009, los estudiantes de la Universidad de Viena tomaron su Aula Magna. Reclamaban el cese del Acuerdo de Boloña, el fin de las colegiaturas, la democratización de la universidad y mayor participación estudiantil en la toma de decisiones, así como mejores condiciones laborales para los académicos e investigadores. Reclamaban, solamente, educación pública. Se quedaron en el auditorio un par de meses hasta que se cansaron, fueron yéndose a casa con nuevos amigos, viejas batallas, más experiencias.
Angelika, como pocos, estuvo ahí desde el principio hasta el fin, cuando decidió que la mera congregación de estudiantes antes apolíticos había sido suficiente: esta toma demostró que ninguna universidad, ningún edificio, por más viejo y legítimo que sea, es insuperable.

Epizentrum
Fuimos a conocer a sus amigos. Hannah es una punk con cabello corto, azulado, viste pantalones de mezclilla, chamarras de piel y varios piercings, uno en la ceja izquierda y otro en el labio inferior. No pensaría que es estudiante de Educación e Inglés, tampoco supondría que pareciendo tan frágil fuera una de las líderes estudiantiles más respetadas de la ciudad. Ha planeado y llevado a cabo la ocupación de varios edificios antes abandonados, el último tiene especial valor: está en el centro de Viena, es enorme y no fue reclamado por sus dueños, la policía no llegó a detener a nadie, no hubo golpes ni ráfagas de agua. Sí hay intentos de hacerlo un centro cultural donde quepan todos, le pregunté porqué lo hacían, qué razones tienen para tomar propiedad privada, contestó con toda convicción "Mayor debería ser nuestro derecho a tener un espacio comunitario que el del particular a tener una propiedad desocupada". Decidieron pintar el lugar, dentro hay desde frases motivacionales hasta graffitis hiperrealistas o estampas de mariposas y marxistas. Para todos, todo. Llamémoslo, llamáronlo El Epicentro.

"We live in a society that teaches don't get raped rather than don't rape"
Suelo ser parte de protestas esté donde esté. Aquí, allá, generalmente son lo mismo; nos encontramos varios, nos miramos, nos sabemos humanos, reconocemos que no estamos solos en las causas, sonreímos como si viéramos el principio de otra nueva vida. En esta caminamos cerca de mil mujeres y hombres reclamándole a una sociedad sexista, contra la corriente de la Marcha de las Putas mundial, las mujeres vienesas vistieron lo cotidiano, quizá un par se maquillaron con colores especialmente llamativos. Fuimos entre las calles angostas y los edificios antiguos, como de tiempos de reinas y príncipes, donde las voces retumban fuerte, donde las voces son especialmente valiosas porque se atreven a romper las jerarquías del tiempo. "Este espacio es nuestro, tanto como nuestros cuerpos", gritaban. Nos acompañamos desde Mariahilferstraße por Neubaugasse, Neustiftgasse, Kaisergasse hasta Wien Westbanhof, ahí nos dispersamos, nos dijimos hasta luego, supimos que nada malo tiene el vestir como queremos, decir lo que podemos, retomar la ciudad y el cuerpo que nos ha sido arrebatado.

"In questo paradise ne sopra il nuovo dì"
Recibió una herencia casi millonaria que debía ser gastada. Compró un par de departamentos, uno para ella y el otro para migrantes sin techo, es decir, no lo renta, no obtiene beneficio económico de él, no le interesa, no quiere. Consiguió una buena computadora, muchos libros, una enredadera que vive en su sala y un par de boletos para que asistiéramos a la ópera. En Viena hay dos auditorios designados a la presentación de compañías de Ópera: la Wiener Staatsoper, la Ópera Estatal de Viena, y la Volksoper Wien, la Ópera del Pueblo de Viena. Fuimos a la segunda. Vimos La Traviata. Desde lejos pudimos sentir la emoción de Violeta, con su voz inundaba todos los rinconcitos entre nosotros, nos cantaba con la tristeza de quien sabe que muere secretamente. Con la grandeza de quien combate al propio destino.
Angelika y yo somos estas dos que humanamente protestamos, gritamos, construimos, soñamos con un mundo más justo y vamos a la Ópera. No es contradictorio. Mundos, mundos, vastos mundos.

Martin y Eva
El penúltimo día que estuve en Viena fui a verles. Martin y Eva. Él, gran lector, juez de la Corte, pensador del acceso a la justicia en Austria, ella, mujer comprometida, traductora del alemán-ruso-español-inglés. Se conocieron cuando ella trabajaba para el Ministerio de Justicia, era de las pocas que podían auxiliar a los migrantes rusos en el difícil encuentro con las palabras alemanas. Interpretaba, acompañaba. Comimos carne, ensalada y puré pero recordaré con mayor felicidad las castañas que Martin cuidaba cual sí mismo. Platicamos de México, de la guerra contra el narcotráfico, de la legalización. Se pronunciaron a favor de la vida digna, del control del Estado, de la prevención, de la educación. Les conté de la marcha de mayo, del Zócalo vivo.
Tuve ganas de quedarme para que me contaran cómo fue cuando en 1974 condujeron desde Mexicali hasta Comitán, para qué me contaran de un país que no conozco. Hubo un silencio plagado de tristeza, de confusión, después reímos por nosotros, por el pasado, la belleza de nuestra cena, los días por venir. Entre esos silencios, me mostraron los ocho libros que ambos le han dibujado a su nieto, siempre he sabido que todo el amor puede esconderse bajo un garabato, estos libritos me lo recordaron. Eva, después de cien páginas y de repente, volteó hacia mí y dijo en voz bajita "Una vez anduve la vida con el puño en alto, valió la pena, tanto que no encuentro palabras en ningún idioma para expresarlo". Tan grandes como lo que combatieron.

...
Esas fueron nuestras demandas en la larga lucha de los 500 años, estas son hoy nuestras exigencias.

No recuerdo el primero de enero de 1994. Lo conocí primero por medio de las narraciones de mi padre, después fue Emiliano quien me contó cómo lo vivió, a ambos les cambió la vida. Podrían definirse a sí mismos diciendo "1994". Pienso que mi generación, los que nacimos en los 90's no tenemos un año decisivo, tal vez, sólo tal vez, el 2006, entonces nos encontramos tomando el Monumento a la Revolución. No hay comparación, no debe haberla. Va siendo hora de hacernos un año transformador, un año que nos recuerde nuestra propia inmensidad.