December 29, 2012

Madrugada

Pienso en la comida.
Pienso en la comida todo el tiempo, más por la madrugada.
En el abuelo que contaba su infancia plagada de hambre y analfabetismo.
En la abuela que no para de hablar sobre el trabajo temprano.
En los movimientos espontáneos del estómago.

Una vez viví en India, viajé por doquier, casi siempre de madrugada.
Entonces el guru me preguntó: "Do you go to college? Does it work? Do you now know how to solve poverty? Just tell me. If not, then it doesn´t work". Si no sabes cómo solucionar la pobreza, casi nada sirve.
Y me amarró un listoncito a la mano derecha.
Y sigue aquí, por más que quiero, no se quiebra, no se esfuma, no me deja.

Do you now know how to solve poverty?

Pienso en la comida.
Pienso todo el tiempo en esa pobreza.

December 25, 2012

Farewell


      Entre la Ciudad de México y Washington DC hay cerca de 3034 kilómetros en línea recta.

      Se puede ir:

      En avión, bus, bici.
      

      As soon as it gets hard,
      remember,
      no estás solo(a)
      todo mejora siempre
      estoy(estás) espera(á)ndo(me).
      En estas palabras ha habido acciones.
      En estas palabras hay más que promesas.

      Se puede ir:
      En marzo, mayo, junio, diciembre.   

December 15, 2012

Declaración de principios

(Nunca le escribí algún poema a este novio que ahora tengo.
Lo importante se dice bajito.
Como si fuera tesoro.
Se dice a su oído,
de noche
o temprano
sonriendo
y nada más.
Sin poemas.
Sin fotos.
Sin presunciones.
Entre paréntesis).

October 8, 2012

Pema


alright
i was just writing a paper on tibet
and you just suddenly popped up in my head
we've never really talked much during our muwci years
never really interacted so much as well
but all i know is that we still had fun living up in the mountains
it is sad that we weren't able to share our thoughts about the world, future, etc.
but what's heartbreaking is that
you aren't here with us anymore
pema, i know that you've moved on to a better place
rest in peace brother.

September 16, 2012

132


No recuerdo haber dicho en ninguna Asamblea, en ningún texto, sobre ninguna mesa, en ninguna esquina "Yo soy 132", dije siempre "Yo soy responsable (de ellos, de nosotros, del futuro)".
No lo viví.
No fui parte.
No fui miembro.
No fui.
No desperté al mismo tiempo.
...
Discúlpeme, Señor Presidente, pero no le doy
la mano
usted no es mi amigo. Yo
no le puedo dar la bienvenida.
Usted no es bienvenido
nadie lo es.
No es justo
mis muchachitos estaban en una fiesta
y los mataron.
Porque aquí
en Ciudad Juárez, póngase en mi lugar
hace dos años que se están cometiendo asesinatos
se están cometiendo muchas cosas
se están cometiendo muchas cosas y nadie hace algo.
Y yo sólo quiero que se haga
justicia, y no sólo para mis dos niños
sino para todos. Justicia.

Luz María Dávila, Villas de Salvárcar
...
Perdón, no quise verte, me dio pena. Tú quedándote en Columbia con las güeras y yo limpiando sus casas, bien bonitas por cierto; se ve que son buenas. A veces me fijo en la comida que compran, tienen mucha lechuga, tal vez por eso son tan bonitas, o tan listas. Si van a esa escuela es porque han de ser inteligentes. ¿Verdad que sí? Dime que sí. Perdón, no quise verte, me dio pena que me vieras en el basement, comiendo poquito, trabajando mucho. Me dio pena la distancia.

Gerardo Viurques, New York
...
Febrero del 2012.
Bellas Artes.
Margarita, te pregunto por 49 niños muertos. ¿Y Reglamento 5 de junio? ¿Y tu prima? Te hablo de tú porque somos iguales, te pregunto porque somos iguales. Y es que hoy son 1003 días y no ha habido justicia. Te lo reclamo como la ciudadana que soy. Son nuestros muertos, tan míos como tuyos.
...
Sólo no desperté al mismo tiempo.
No pude.
No pude.

July 17, 2012

Sonrisa

Estuve sonriendo un par de minutos, hubieras visto mi sonrisita inmensa, como esa que ilumina la cara de los niños cuando por fin aprenden a leer su nombre. No pude dejar de sonreír mientras pensaba en el pasado, en aquellas tardes lluviosas inundadas de agua celestial (lágrimas de Dios), el mar acaparando la tierra poco a poco, llevándosela quién sabe dónde y yo ahí: pensativa.

Estuve tan sonriente, casi-casi carcajeante. Grito a los cuatro vientos que ya puedo reírme de eso que pasó, me pasó. Me estoy riendo de forma incontrolable, incontenible, imprevista, indescriptible. Eso que pasó, ya por fin pasó.

Crecí.

Estoy riendo del domingo. Los dos abrazados medio día nada más porque sí, porque no hay explicaciones necesarias, ni cuerpos que se cansen, ni tardes que anochezcan. Se vale sonreír sólo por el tiempo compartido, las manitas acariciándose, los besos otorgados, las promesas regaladas, las mentiras calcinadas. Sonrío por las heridas verdaderas de los amores de mentira. Sonrío por las heridas de mentira de los amores de a de veras. Sonrío por las palabras. Se vale carcajearse de repente.

Por la vida misma, se sonríe. Así, con la misma sonrisa de cuando aprendí a nombrar las letras.

Crecí.

June 17, 2012

Inesperado

Por respeto, tienes el derecho a no escribirme jamás.

No me escribas de tu vida, no me saludes, ni digas que estás contento, no me cuentes historias de frío invernal, de aprendizajes sublimes, de encuentros fortuitos. No me describas la escena de cuando te encontraste con aquella mujer que le daba de comer a las palomas en todas y cada una de las fuentes que viste en esa otra ciudad; tampoco quiero saber sobre los trenes que tomabas en la madrugada para arribar en la mañana y aprovechar todo el tiempo, darle un abrazo, beso, dos palabras; no se te ocurra saludarme de repente, ni siquiera en mi cumpleaños, o en el tuyo, o en el triunfo del 1 de julio, o en la Navidad en Islandia, guárdate el saludo; ahorra el mensaje telefónico para una mejor ocasión (la nostalgia en la vejez, algún funeral).

Por respeto, tienes el derecho a no escribirme jamás.

No me escribas un poema secreto.

Por respeto.

Siquiera, cariño.

June 11, 2012

Somos más

Bonito es ver a Valeria emocionarse por el calor del suelo al sostener más de 40 mil cuerpos. Se emociona porque no sabe. Piensa que somos iguales. No lo somos, es sencillo. Porque "nosotros" (entre comillas enormes) tenemos Historia de lucha combativa, sabemos alargar el tema, colgar pancartas, aplazar votaciones. Me niego a fingir horizontalidad, no puedo hacer como si nada. Olvidarme del pasado. No existe horizontalidad entre dos idénticas que crecieron desiguales, en tiempos que parecen acumular cuarenta años de distancia: mi barrio frente a su privada resguardada, las ropas de mi padre frente al vestido de su madre, mi primer viaje en avión fue a los 15, el suyo a los 2 meses, nunca tuve dinero para cigarros, a ella le sobró, no sé comer con cinco tenedores. Heredera yo de la escuela laica y gratuita, asidua del transporte público, de las bibliotecas estatales, de las funciones de cine gratis, de los conciertos en plazas inmensas, de los intercambios de libros, de la esperanza en cada paso (¿si no cómo, caray?). Me niego a fingir horizontalidad, díganle a mi amiga que me emociona su alegría, pero que ya no pienso pretender más. Basta con permitir que este tiempo nos acaricie. El suelo nos caliente tanto como los brazos del otro. Sobra con que nos miremos, encuentre de repente, que no estamos hablando de horizontalidad. Digo Asamblea y digo justicia. Bonito es verles a todos ilusionarse con este inminente, doloroso fracaso.

April 13, 2012

El silencio, también a mí, me despertó

Aquí, ahora, hay que decidir si se toma el primer o el segundo camino, que más bien deberían ser llamados caminos a secas, sin mayor descriptivo.

Como deberían ser todos las cartas casuales. No deberían dar respuesta a ninguna pregunta, bastan las palabras que saben dibujar escenas lejanas, entre árboles, nieve, frío o lagos. Eso es suficiente.

La guerra, los muertos (a los mexicanos nos tomó mil quinientos muertos por día para levantarnos un abril de 2011, desde entonces la curva de asesinatos por el narcotráfico ha ido en descenso), las mujeres descuartizadas, usadas para ritos obscenos; los indios, jóvenes, estudiantes, madres, activistas sociales desaparecidos; el negocio de los niños embodegados, el tiempo escurridizo. Son lo de menos.

Por respeto, no hay que decir verdades. O hay que decirlas sutilmente.

Atenea, querida, lamento informarte que tu inconformidad ante la injusticia no se resuelve estudiando Derecho. A ti te gustan las Humanidades y las Ciencias Sociales, una debe estudiar lo que le gusta. Del futuro, Atenea, nos habremos de preocupar en el futuro. Tú, por lo pronto, deberías dejar la Pedagogía y dedicarte a escribir cuentos, novelas o aforismos.

April 3, 2012

Mauerpark

-¿Vale la pena?- Preguntó Carlos a la distancia.
-No, creo que no... Yo sé que no vale la pena-.

Todo fin de viaje es el principio de otro. Ese tren hacia Hamburgo que tomé algún día de la segunda semana de noviembre fue el principio de este otro andar.

A veces una viaja no para narrar nuevos sucesos, tomar buenas fotos, mandar más postales; sino para definir a pinceladas gruesas qué existencia, qué futuro, qué vida quiere tener. Viajar para reconstruirse.

Berlín, la ciudad, es lo de menos.

March 22, 2012

Recuerdos

Yo nunca, nunca podré narrar Aarhus como lo hizo él.
...

Killing an Arab
Por Emiliano Ruiz Parra

Rodeado de arces y sicomoros, el estanque ofrece una de las vistas más apacibles de Aarhus. Los patos graznan a la espera de un pedazo de pan; las gaviotas vuelan alrededor y los céspedes, aun en lo más crudo del invierno, reflejan con el brillo de su verdor los pálidos rayos del sol. Situado dentro del campus universitario, cada tanto me siento en una de sus bancas a contemplar el espectáculo del silencio y la naturaleza. Esa mañana, sin embargo, la tranquilidad se perturbó por la carrera de un hombre de cabello gris con una red en la mano que perseguía a un pequeño gallinazo. Hubo una fracción de segundo que lo tuvo al alcance pero no se animó a arrojarse para atraparlo y el pajarillo se lanzó al agua. El hombre resolló y se dirigió a mí en una lengua que no comprendí.

--Disculpe, no hablo danés –le dije.

Me respondió en inglés fluido:

--Las gaviotas atacaron a la madre de este pequeño gallinazo y ahora debo rescatarlo o, de lo contrario se lo comerán a él también si no está su madre para defenderlo. ¡Pero vaya que corre rápido!

--¿Y qué hará con él si lo atrapa? –pregunté.

--Cuando menos, llevarlo al estanque de allá, que es más pequeño. Pero creo que lo mejor será llevarlo al hospital.

--¿Al hospital?

--Sí, tenemos un hospital para los animales en situación vulnerable. Allá crecería, y ya más grande lo devolveríamos al estanque.

*****

La lengua danesa tiene unos cinco millones y medio de hablantes. Dinamarca es de los países más ricos del mundo en índices per capita y, quizá, el país con el esquema tributario más fuerte y progresivo del mundo: los impuestos representan el 48 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB). Esa solidez fiscal sostiene a un Estado de Bienestar que no sólo provee salud y seguro de desempleo, sino uno de los servicios educativos más avanzados. A los jóvenes se les paga un salario decente por ir a la universidad y la lengua inglesa es obligatoria desde la primaria. Se puede vivir en este país sin saber una sola palabra en danés. Los jóvenes hablan inglés fluidamente; los adultos lo conocen con suficiencia para proveer cualquier servicio y los más viejos, aun cuando no la dominen, son capaces de sostener conversaciones.

La educación pública danesa produce jóvenes cosmopolitas y universales como Simon, un estudiante de física que conocí en la fiesta de una comuna. Nunca había salido de Europa pero sabía del mundo como poca gente. Hablaba con familiaridad de problemas de América Latina, Asia y África y, en unos minutos, trazó un retrato político y económico de su país. Ni por su nivel de información ni por la escasez de su cabello era verosímil que apenas tuviera 19 años. Pero era verdad. Contó que vivía en un departamento en el gueto de la ciudad: un conjunto de edificios en el oriente a donde fueron a dar los inmigrantes asiáticos y africanos en Aarhus. Cuando se mudó al gueto algunos amigos daneses le dijeron que se cuidara del crimen.

A Simon le indignaban las medidas de contención migratoria que los nacionalistas habían impulsado en el anterior gobierno. Una de ellas, el examen de cultura danesa que todo inmigrante debía presentar –en danés— para obtener la residencia.
--Ningún danés pasaría ese examen –me dijo.
Los inmigrantes sí lo acreditan y se mudan a Aarhus por miles. Pero en el hermoso centro de la ciudad no se les ve. Las calles peatonales, los cafés, las plazas, los restaurantes y las tiendas de ropa no parecieran atraerlos mucho. Quizá se deba a los precios. Una cena ligera para una persona, con una copa de vino, cuesta unos mil 200 pesos mexicanos, y aun así es muy raro ver un restaurante vacío a la hora de la cena.

******

Ubicado a un costado del gueto afro-asiático, el bazar es el sitio más cosmopolita de Aarhus. Más pequeño que un mercado de barrio de la ciudad de México, hospeda a las comunidades somalí, palestina, turca, india y magrebí. A la entrada, del lado izquierdo, un sikh ofrece un estupendo masala; en el local del lado derecho, palestinos de Gaza preparan un riquísimo humus y deliciosas berenjenas. En el pasillo lateral izquierdo una fonda somalí ofrece cordero a la menta y, al fondo, marroquíes venden unos exquisitos postres bañados en miel. Y a precios accesibles. En el bazar se consigue fruta sabrosa; los cortes de cabello, a unos 250 pesos mexicanos, son los más baratos de la ciudad.

Uno de los lugares más entrañables del bazar es el café de somalíes. Decorado con fotos de playas paradisíacas, la bandera nacional y el equipo futbol, la frigidez del invierno se disipa en su interior. En un país en donde la carcajada es, literalmente, mal vista, en este café el barullo recuerda a una cantina mexicana. Los somalíes no beben alcohol, pero no les hace falta. Mientras juegan cartas gritan, ríen, se dan de palmadas. Me siento en casa. Quizá tenga razón Alberto Ruy Sánchez cuando dice que México es un país árabe que no se reconoce.

Acudí al café de somalíes con Diego Osorno, que hizo el viaje hasta este puerto para visitarme. A él le fascinó tanto como a mí y me sugirió ocuparlo como lugar de trabajo, porque además provee Internet gratis. Un sábado lo hice así. Pero de repente se interrumpió el barullo y el dueño del café me dijo que cerrarían el café porque irían a rezar pero que podía volver en 15 minutos (el bazar contiene mezquita y escuela coránica). Esperé afuera, regresaron los somalíes y me instalé de nuevo. A las dos horas se acercó a pedirme que me retirara, pero me invitó a regresar dentro de 15 minutos. El ritual se repetía cinco veces al día…

El bazar, sin embargo, no ha de ser idealizado. Es tan patriarcal como las cantinas de México, pero quizá en un nivel más opresivo. La proporción de mujeres en sus corredores es menor y, por lo general, sólo acuden a comprar verduras. Nunca he visto a una mujer dentro de los cafés somalí o turco. Con Atenea Rosado, que me llevó al bazar por primera vez, nos atrevimos a franquear la puerta de la fonda somalí y comer dentro. Era la única mujer además de la cocinera. Los hombres la miraron con incomodidad pero al poco tiempo se acostumbraron a su presencia. No nos atrevimos, sin embargo, a romper el cerco invisible del ruidoso café somalí de las playas paradisíacas. Ahí he entrado yo solo o acompañado de hombres.

El bazar comprime dentro de sí a más guetos: En el café turco hay sólo turcos; lo mismo en el somalí. De vez en cuando un marroquí platicador hablará mal de los africanos y viceversa. Sus orígenes, lenguas e historias son distintas, pero suelen compartir algunos rasgos: son ruidosos, comelones, sonrientes, extrovertidos. Cuando entablan una conversación, suelen quejarse de que les resulta harto difícil encajar en la sociedad danesa.

******

Se agotó la pila de mi computadora y abandoné el café del campus universitario. Caminé a la parada y miré el horario: faltaban todavía 15 minutos para mi autobús. Los músculos, contraídos de frío, me demandaron movimiento y me dirigí a la otra parada, aún más céntrica. Todavía debía aguardar 10 minutos. Un joven danés se acercó, se fijó en los horarios y se resignó a esperar. En la acera de enfrente resonó la tos de un hombre muy enfermo. Caminando pesadamente y a tumbos llegó a la parada. Estaba cubierto en ropas viejas y sucias y cargaba una bolsa. Se sentó en la banca, a medio metro de donde yo había dejado mi mochila. Unas mujeres jóvenes pasaron frente a nosotros y el borracho, entre arcadas de tos, se dirigió a mí en una lengua que no entendí.

--Disculpe, no hablo danés –le dije.

Respondió en inglés con un grito indignado:

--¡Vienen a cogerse a nuestras mujeres pero no son capaces de aprender danés!

Le di la espalda y contemplé la luna, decidido a no prestarle más atención. Pero su voz seguía ahí: volvió al reclamo sobre las mujeres y mi ignorancia de la lengua danesa. Seguí sin voltear. Gritó de nuevo. Dirigió entonces su voz atrabancada a insultar al islam y a Mahoma. La diatriba islamofóbica se prolongó por uno o dos minutos. Yo lo dejé pasar y seguí mirando la luna.
De repente se escuchó un golpe y la parada de autobús retumbó. El borracho le había pegado a una de las paredes de vidrio, se había puesto de pie y se dirigía hacia mí. El otro danés que esperaba el autobús dio dos pasos atrás y se apartó. Prefirió que lo bañara una lluvia suave pero pertinaz y sacó un teléfono del bolsillo e hizo una llamada.

--¡Si yo quiero te mato! – me gritó el borracho.

Lo dijo una segunda y una tercera vez. Cada vez más fuerte y cada vez más cerca de mí, aproximando su cuerpo grande y torpe y su voz estentórea que ya retumbaba en toda la cuadra. Eran las nueve con seis minutos de la noche en el centro de la ciudad. En una calle normalmente transitada no había nadie en ese momento. O eso me pareció a mí. Una vez más, otra más, más fuerte y más cerca: ¡si yo quiero te mato!

El borracho se sentó de nuevo en la banca cuando se detuvo mi autobús y lanzó una última amenaza. No me siguió a bordo. El joven danés que había atestiguado la escena buscó un lugar en el extremo opuesto del vehículo y continuó con su llamada telefónica.
Recordé los versos de The Cure a propósito de la novela de Camus:

I’m alive
I’m dead
I’m a stranger
Killing an Arab.

February 20, 2012

Un fin de semana intenso dificultó la respuesta

Un viernes de clases, horas y horas en transporte, familia y reunión - hasta eso, relativamente productiva. Un sábado de hospital y niños, esta vez no hospitalizados sino de urgencia (la gran mayoría, no graves). De doctoras que regañan a las mamás por ir a urgencias. De una recién nacida que está en urgencias porque la encontraron en una caja de cartón en la calle y la llevaron al hospital. De niñes con varicela, infecciones de vías urinarias, labios partidos. De familias que se desesperan nomás porque esperan de 5 am a 10 am para recibir atención, y mejor deciden irse, los muy ingratos (y de doctoras que en verdad piensan eso, y agregan: "mejor pa' nosotros"). De no tener idea cómo diagnosticar ni tratar nada. Y luego de cocinar, cocinar, cocinar, y esperar a que se cuezan los garbanzos.

Y un domingo de cruzar la ciudad y adentrarse en sus periferias, de oler los tufos de la basura que medio a escondidas tira el DF, de oler los tufos del sistema político que promete, coopta, corrompe, ensucia, golpea, amenaza de muerte. De hablar con gente, de ver a niños, de oír que se les infectan los ojos, la piel, que dos niños con leucemias, que uno con malformaciones cardiacas. De congregaciones católicas sin iglesia, de aguas negras al aire libre. De pensar que entre basura y aguas negras no debe sentirse tan libre el pobre aire. De muros que se cuartean, casas con gente hacinada que se deslizan por un suelo arenoso que la constructora - a sabiendas - no tomó en cuenta. De "privada" tras "privada" con una calle de unos 100m en cuyas dos banquetas caben 50 casas. De oir que cada privada tiene a una persona pagada por la empresa pa' que la gente no se alborote. De que la empresa es del hijo del compadre del que dicen que va a ser presidente. De que iba a haber 5 terrenos de donación para centros de salud. De que cuatro de ellos ya se usaron para construir más casitas. De que dicen que al que queda ya fue gente de Wal-Mart a ver y a medir. De que no hay mercado. De ver que hay gente que sigue la denuncia, que se intenta juntar. De ver que un grupito de chavos se junta pa darle clases de regularización a los niños.

En fin, de rabia, harta rabia, con una pizca de esperanza que, para el buen paladar, sabe más fuerte aunque esté más diluida.

...
Este es un correo electrónico de mi hermano, lo tomo prestado. Lo tomo.

January 1, 2012

Wien, für alle

Nuestra lucha es por un techo digno, y el mal gobierno destruye nuestra casa y nuestra historia.
Nuestra lucha es por el saber, y el mal gobierno reparte ignorancia y desprecio.
Nuestra lucha es por la tierra, y el mal gobierno ofrece cementerios.
Cuarta Declaración de la Selva Lacandona, 1º de enero de 1996

Escribo el primero de enero del 2012 y es inevitable pensar en lo ocurrido hace dieciocho años. Es inevitable porque si en algo he pensado a lo largo de los últimos doce meses es en la dignidad de quienes se resisten; en la valentía de quienes son tan grandes como los enemigos que eligen.

...

Estuve en Viena hace cerca de dos meses. Escribo esto con días de tardanza. No importa. Importa el recuerdo y la necesidad de volverlo palabra. Importa lo que vi, aprendí, sentí, pienso.
Llegué con la condición de quedarme por una semana. Angelika dijo que si no veía su ciudad lo suficiente, ni siquiera pensase en visitarla, tenía razón: una a veces debe quedarse más de la cuenta, abandonar la universidad con ánimos de descubrimiento, olvidar los deberes, tomar el tren, reencontrarse con quien fuera una hermana. Le llamé una vez estando allá, pregunté por su dirección, dijo primero "Ottakring" con acento alemán, no entendí, le pedí que repitiera, dijo "Otacring" con acento inglés y tampoco entendí, le volví a pedir que lo repitiera, dijo finalmente "Otacrín" como convirtiendo un vocablo alemán al español y todo me quedó claro. Nos encontramos en la estación de metro más cercana a casa, sonreímos, nos abrazamos.

"Do not wait"
Sobre el escritorio hay libros, fotos, bolígrafos, cuadernos y una nota. No supo cómo dejar de pensar en las conversaciones que tuvieron, en sus piernas rodeando sus caderas, ni en el libro que le envió, ni en sus credenciales académicas, que si licenciado y maestro en Oxford, tampoco sabía cómo olvidar que nunca contestó el correo electrónico que le escribió. Palabras bellas, palabras sin respuesta. Entonces platicamos sobre el amor, sobre las esperas que valen la pena.
Decidimos hacer el camino bajo nuestros pasos. Schloss und Schönbrunn, el jardín, las esculturas inmensas. La constante necesidad de mostrar poder por medio de lo magnífico. Tamaños estratosféricos sobre un país diminuto, como si andáramos por un laberinto de nunca acabar: en esta Viena imperial, en la Viena del turista, es inevitable sentirse perdido, acorralado, pequeño, plebeyo. Le dije. Ella, siempre tan serena, respondió que si hay un amor que vale la pena es aquel que se le tiene al espacio y a los otros, quienes a pesar de no parecerlo, siempre seremos más grandes que cualquier edificio. Hay también sólo una espera que importa, la que termina.

Audimax
Entonces, en octubre del 2009, los estudiantes de la Universidad de Viena tomaron su Aula Magna. Reclamaban el cese del Acuerdo de Boloña, el fin de las colegiaturas, la democratización de la universidad y mayor participación estudiantil en la toma de decisiones, así como mejores condiciones laborales para los académicos e investigadores. Reclamaban, solamente, educación pública. Se quedaron en el auditorio un par de meses hasta que se cansaron, fueron yéndose a casa con nuevos amigos, viejas batallas, más experiencias.
Angelika, como pocos, estuvo ahí desde el principio hasta el fin, cuando decidió que la mera congregación de estudiantes antes apolíticos había sido suficiente: esta toma demostró que ninguna universidad, ningún edificio, por más viejo y legítimo que sea, es insuperable.

Epizentrum
Fuimos a conocer a sus amigos. Hannah es una punk con cabello corto, azulado, viste pantalones de mezclilla, chamarras de piel y varios piercings, uno en la ceja izquierda y otro en el labio inferior. No pensaría que es estudiante de Educación e Inglés, tampoco supondría que pareciendo tan frágil fuera una de las líderes estudiantiles más respetadas de la ciudad. Ha planeado y llevado a cabo la ocupación de varios edificios antes abandonados, el último tiene especial valor: está en el centro de Viena, es enorme y no fue reclamado por sus dueños, la policía no llegó a detener a nadie, no hubo golpes ni ráfagas de agua. Sí hay intentos de hacerlo un centro cultural donde quepan todos, le pregunté porqué lo hacían, qué razones tienen para tomar propiedad privada, contestó con toda convicción "Mayor debería ser nuestro derecho a tener un espacio comunitario que el del particular a tener una propiedad desocupada". Decidieron pintar el lugar, dentro hay desde frases motivacionales hasta graffitis hiperrealistas o estampas de mariposas y marxistas. Para todos, todo. Llamémoslo, llamáronlo El Epicentro.

"We live in a society that teaches don't get raped rather than don't rape"
Suelo ser parte de protestas esté donde esté. Aquí, allá, generalmente son lo mismo; nos encontramos varios, nos miramos, nos sabemos humanos, reconocemos que no estamos solos en las causas, sonreímos como si viéramos el principio de otra nueva vida. En esta caminamos cerca de mil mujeres y hombres reclamándole a una sociedad sexista, contra la corriente de la Marcha de las Putas mundial, las mujeres vienesas vistieron lo cotidiano, quizá un par se maquillaron con colores especialmente llamativos. Fuimos entre las calles angostas y los edificios antiguos, como de tiempos de reinas y príncipes, donde las voces retumban fuerte, donde las voces son especialmente valiosas porque se atreven a romper las jerarquías del tiempo. "Este espacio es nuestro, tanto como nuestros cuerpos", gritaban. Nos acompañamos desde Mariahilferstraße por Neubaugasse, Neustiftgasse, Kaisergasse hasta Wien Westbanhof, ahí nos dispersamos, nos dijimos hasta luego, supimos que nada malo tiene el vestir como queremos, decir lo que podemos, retomar la ciudad y el cuerpo que nos ha sido arrebatado.

"In questo paradise ne sopra il nuovo dì"
Recibió una herencia casi millonaria que debía ser gastada. Compró un par de departamentos, uno para ella y el otro para migrantes sin techo, es decir, no lo renta, no obtiene beneficio económico de él, no le interesa, no quiere. Consiguió una buena computadora, muchos libros, una enredadera que vive en su sala y un par de boletos para que asistiéramos a la ópera. En Viena hay dos auditorios designados a la presentación de compañías de Ópera: la Wiener Staatsoper, la Ópera Estatal de Viena, y la Volksoper Wien, la Ópera del Pueblo de Viena. Fuimos a la segunda. Vimos La Traviata. Desde lejos pudimos sentir la emoción de Violeta, con su voz inundaba todos los rinconcitos entre nosotros, nos cantaba con la tristeza de quien sabe que muere secretamente. Con la grandeza de quien combate al propio destino.
Angelika y yo somos estas dos que humanamente protestamos, gritamos, construimos, soñamos con un mundo más justo y vamos a la Ópera. No es contradictorio. Mundos, mundos, vastos mundos.

Martin y Eva
El penúltimo día que estuve en Viena fui a verles. Martin y Eva. Él, gran lector, juez de la Corte, pensador del acceso a la justicia en Austria, ella, mujer comprometida, traductora del alemán-ruso-español-inglés. Se conocieron cuando ella trabajaba para el Ministerio de Justicia, era de las pocas que podían auxiliar a los migrantes rusos en el difícil encuentro con las palabras alemanas. Interpretaba, acompañaba. Comimos carne, ensalada y puré pero recordaré con mayor felicidad las castañas que Martin cuidaba cual sí mismo. Platicamos de México, de la guerra contra el narcotráfico, de la legalización. Se pronunciaron a favor de la vida digna, del control del Estado, de la prevención, de la educación. Les conté de la marcha de mayo, del Zócalo vivo.
Tuve ganas de quedarme para que me contaran cómo fue cuando en 1974 condujeron desde Mexicali hasta Comitán, para qué me contaran de un país que no conozco. Hubo un silencio plagado de tristeza, de confusión, después reímos por nosotros, por el pasado, la belleza de nuestra cena, los días por venir. Entre esos silencios, me mostraron los ocho libros que ambos le han dibujado a su nieto, siempre he sabido que todo el amor puede esconderse bajo un garabato, estos libritos me lo recordaron. Eva, después de cien páginas y de repente, volteó hacia mí y dijo en voz bajita "Una vez anduve la vida con el puño en alto, valió la pena, tanto que no encuentro palabras en ningún idioma para expresarlo". Tan grandes como lo que combatieron.

...
Esas fueron nuestras demandas en la larga lucha de los 500 años, estas son hoy nuestras exigencias.

No recuerdo el primero de enero de 1994. Lo conocí primero por medio de las narraciones de mi padre, después fue Emiliano quien me contó cómo lo vivió, a ambos les cambió la vida. Podrían definirse a sí mismos diciendo "1994". Pienso que mi generación, los que nacimos en los 90's no tenemos un año decisivo, tal vez, sólo tal vez, el 2006, entonces nos encontramos tomando el Monumento a la Revolución. No hay comparación, no debe haberla. Va siendo hora de hacernos un año transformador, un año que nos recuerde nuestra propia inmensidad.