Lo importante generalmente se aprende de las palabras y silencios de las calles y los libros, no de las clases universitarias.
Hoy parecía más conveniente salir a disfrutar el sol danés, regalo del destino y las coincidencias climáticas que ir a la universidad. Se aprende más de salir en bicicleta a pasear por el lago, viendo a los caballos pastar mientras los viejos contemplan. Viejos que tomados de la mano caminan por ahí, andan un par de horas, se sientan, comen pan con paté, se miran a los ojos, deciden tomar sus bicis y andan de vuelta a casa platicando en el camino. Brabrand lleno de viejos y migrantes, Brabrand con corazón de lago, lugar en el que todos van a tomar el sol, de paso verse reflejados en el agua. Aquí, en este barrio, es donde se mezclan las sombras de quienes llevan la vida entera valorando el sol y de quienes salimos a disfrutarlo por mera nostalgia. Los caballos pastan, la gente sale, no pasa nada, no se acaba el mundo ni hay noticias trágicas, no hay 50 mil muertos a cuestas, 30 mil huérfanos, miles de desaparecidos: se aprende más de esto, de recordar qué significa paz.
Se aprende más de platicar con un desconocido en la tienda, dice de repente "You are from Mexico, I'm from Palestine, we also have a war". Carajo. Esta guerra que hermana, ni él, ni yo pedimos conocer a los muertos, saber sus nombres, conocer sus historias. Olvidarnos del número. Rebelarnos ante la estadística, recordar que detrás de esto hay razones y omisiones. Se aprende más del momento en el que una entiende que el palestino ha comenzado a confundirme con una refugiada de guerra, afectada igual por los muros, cañones, bombas. Paso a su bodega a compartir falafel, me pregunta de los próximos años, del futuro, la memoria, si nos acordamos o ya nos acostumbramos. Ese doloroso minuto en el que le dije que desafortunadamente, ya nos acostumbramos. Poco a poco se nos olvida. Todo está bajo control, no hay gente en los parques hablándose, compartiendo sombras, pensando. Nada más terrible que la desocupación de lo público; entonces la guerra nos alcanzó. Igual que en Palestina, me dice, donde a pesar del día soleado, nos quedamos en casa a ver la TV, escuchar el radio, escribir.
Se aprende más de salir con un refugiado político sin nombre ni dirección y verle sonreír, resulta que pese al tiempo, los golpes, el frío y la distancia, se puede seguir. La libertad no es asunto del espacio, sino de la conciencia. Verdaderos revolucionarios que me recuerdan por lo que vale la pena leer los mil ensayos de Memoria Colectiva, no es por el certificado, la experiencia, la metodología, es por compromiso conmigo y con los otros. Se aprende hablando de Robert Mugabe, del colonialismo, los artículos en inglés, español, francés que no hemos escrito, las historias de guerra que no hemos contado, las canciones que no hemos cantado, las vidas de los muertos que no hemos narrado. Primero vendrá una resolución diciéndonos que creemos una Comisión de la Verdad antes de que nos decidamos a organizarla. Volverá el gobierno autoritario antes de que encontremos a los desaparecidos de la Guerra Fría. Los libros de historia no incluirán estos cinco años, los maestros no hablarán de ello, fingiremos que fue un sueño, porque quisimos que la foto del cuerpo de María Macías Castro al lado de su laptop pareciera nada más que eso: un sueño. Se aprende más acercándome al refugiado político de Zimbabwe, sabiendo que no quiero ser como él a los 27, y que él fue tan parecido a mí a los 21.
Se aprende más paseando por el centro de Aarhus con una amiga, bebiendo una cerveza mientras platicamos de la clases que tomamos y damos, de la costumbre danesa de poner velas en todos lados, de cuán llena de gente está la explanada de la catedral, el canal, las playas. La gente no sólo sale porque sea un día especialmente soleado, salimos porque podemos caminar por el puerto sin miedo a lo que viene. Se aprende mucho de amanecer a diario con el periódico plagado de noticias llanas, beber café mientras se lee un buen libro, andar en bicicleta de casa a la universidad y viceversa, no tener reuniones interminables, ni siquiera imaginar protestas masivas. Vivir en esta indescriptible, culpable, recalcitrante paz.
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