-¿Vale la pena?- Preguntó Carlos a la distancia.
-No, creo que no... Yo sé que no vale la pena-.
Todo fin de viaje es el principio de otro. Ese tren hacia Hamburgo que tomé algún día de la segunda semana de noviembre fue el principio de este otro andar.
A veces una viaja no para narrar nuevos sucesos, tomar buenas fotos, mandar más postales; sino para definir a pinceladas gruesas qué existencia, qué futuro, qué vida quiere tener. Viajar para reconstruirse.
Berlín, la ciudad, es lo de menos.
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