Aquí, ahora, hay que decidir si se toma el primer o el segundo camino, que más bien deberían ser llamados caminos a secas, sin mayor descriptivo.
Como deberían ser todos las cartas casuales. No deberían dar respuesta a ninguna pregunta, bastan las palabras que saben dibujar escenas lejanas, entre árboles, nieve, frío o lagos. Eso es suficiente.
La guerra, los muertos (a los mexicanos nos tomó mil quinientos muertos por día para levantarnos un abril de 2011, desde entonces la curva de asesinatos por el narcotráfico ha ido en descenso), las mujeres descuartizadas, usadas para ritos obscenos; los indios, jóvenes, estudiantes, madres, activistas sociales desaparecidos; el negocio de los niños embodegados, el tiempo escurridizo. Son lo de menos.
Por respeto, no hay que decir verdades. O hay que decirlas sutilmente.
Atenea, querida, lamento informarte que tu inconformidad ante la injusticia no se resuelve estudiando Derecho. A ti te gustan las Humanidades y las Ciencias Sociales, una debe estudiar lo que le gusta. Del futuro, Atenea, nos habremos de preocupar en el futuro. Tú, por lo pronto, deberías dejar la Pedagogía y dedicarte a escribir cuentos, novelas o aforismos.
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