November 28, 2008

Desde Mumbai

Este es un email de Pablo, viejo amigo pese a la distancia. No he encontrado mejor retrato a mi sentimiento que éste. Resulta inevitable pensar en el país que me abrazó por dos años, en la ciudad que me enseñó a ser independiente.

Noviembre 27 del 2008

Este email es más que nada para los que me pedían una visión más cercana de este horror. ¿Qué cómo estoy? –Bien, gracias. Físicamente al menos. Anímicamente debo reconocer que me ha afectado mucho. Bombay en estos momentos representa mucho más que una ciudad del sur de India. Bombay, Mumbai tras la independencia de imperio británico, me ha dado con la verdad en la cara, con la decepción, la rabia, la fácilmente adoptable ira y con la esperanza. Adoro Bombay, es como un gran ser humano, una madre que da cobijo cada noche a 18 millones de personas. Mumbai respira, tiene pulso. Millares de arterias y venas congestionadas por el tráfico la surcan a lo largo y a lo ancho en todas direcciones. En el centro del abdomen, están sus pulmones, cada vez más negros por la polución. Debajo del ombligo, una hilera de árboles tropicales nos conduce a los Hanging Gardens, donde los Bombaítas buscan sus momentos de placer los domingos. La cadera de Bombay es la larga línea curva que la playa de Chowpatty Beach forma y donde los niños de la calle pueden alzar sus cabezas hacia el sol, esperando una prosperidad que parece que llegará al subcontinente, cuando vuelan sus cometas de papel.

Bombay no descansa, ni te deja descansar. El polvo se adhiere al sudor de tus piernas, de tus sienes al caminar con una mochila enorme en la espalda. Quizá sea por todos los recuerdo que tengo de Bombay, todas las conexiones que puedo formar en mi memoria que no sólo quiero, sino que necesito escribir esto. El Café Leopold’s, uno de los lugares con más encanto de la zona antigua, donde he pasado noches hasta el cierre charlando con amigos. Donde me despedí por última vez de mis compañeros el año pasado tras graduación. Donde me sentaba en Marzo con mi madre, mi padre y mi hermano comiendo “chicken tikka”. Donde un grupo de terroristas armados con metralletas entró y disparó sin piedad, destruyendo recuerdos y vidas.

O el Hotel Taj Mahal. Con su peculiar historia que mi padre me contó cuando paseábamos debajo de sus soportales, donde el lujo del cuero con el monograma LV de un escaparate tiene que enfrentarse a unos zapatos sin puntera de una niña de piel oscura. Nunca me alojé en el Taj, pero he usado sus baños de mármol. Es una auténtica joya de 105 años de edad que simboliza el orgullo indio. Aún no me puedo creer que en este momento su cúpula esté en llamas, me cuesta imaginar que sus pasillos están tomados por terroristas, que familiares de compañeros hayan fallecido dentro de su majestuosidad.
La estación de tren Victoria Terminus, donde cada día miles de personas de amontonan para agarrarse a una barra de metal de un tren que parece que se va a marchar sin ellos. Gente que ha venido de cada rincón de India a eso, a subirse al tren, a plantarle la cara a la vida. Los suelos de la estación aparecían rojos en las fotos.
Me encanta Mumbai, y nada va a cambiar eso. Bombay se recuperará, pero su alma necesita permanecer viva, necesita seguir siendo el sitio donde millones de almas se juntan para hacerle frente a la vida cada mañana y cada noche. Este fin de semana no hubiera ido a Bombay, pero muchos de mis compañeros sí. Pero no podemos dejarnos caer en la rabia, debemos permanecer unidos.

Por desgracia, la prensa española en estos momentos se preocupa más por la situación y la “mala estrella” de una política española que nos narra conmovida su peripecia. Es ofensivo. Me entraban ganas de llorar ayer por la noche cuando leía titulares como: “La presidenta de Madrid comparece con sandalias y calcetines.”, “Voy a poner una alfombra antideslizante en la bañera” o “Los españoles se encuentran fuera de peligro”. Me hizo reflexionar, ¿es esto realmente lo que la sociedad española quiere escuchar? ¿De verdad no hay nadie que desee ir más allá de los calcetines de una política? Me niego a creerlo. Lo que todavía está ocurriendo en Bombay es una tragedia. He pensado, pensado en los ideales que tiene mi colegio, en los esfuerzos que estamos haciendo por devolverle la paz a India. En la conferencia Indo-Pakistaní que tuvimos este verano. En mis amigos Sikander y Saim, los únicos estudiantes pakistaníes en toda la India. En su esperanza por su país, en el enorme sacrificio y riesgo que pasan viviendo aquí y claro, también he pensado en los terroristas. Estos ataques buscan desestabilizar a la comunidad internacional, solamente a través del odio podrán conseguirlo. Me siento estúpido escribiendo esto pero por favor, no odiéis a los musulmanes. La rabia me corre por dentro en estos momentos porque sé que esto es lo que estos ataques consiguen y quieren conseguir. Buscan promover el esparcimiento en Occidente de la fácilmente adquirible asunción Islam= terrorismo. La destrucción de la paz, la prosperidad y el reconocimiento internacional que India estaba adquiriendo no era su objetivo principal, ése era acabar con la unidad que finalmente representa el alma de Bombay.

Demos la espalda a los ataques pero no se la demos al Islam ni a los musulmanes, de este modo no le daremos la victoria al más cruel de los extremismos.

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